Yo, Jorge Gómez, me encontraba en mi escritorio de la calle Brandsen al 1200 el 26 de abril de 1992, terminando mi obra cumbre, El náufrago de San Andrés. En ella, Donde mi personaje, Fonseca, tiene que sobrevivir 12 días en una isla completamente deshabitada, durante los cuales, M. Fonseca, tiene que superar diferentes citaciones situaciones para poder sobrevivir. Fonseca logra, sin esfuerzo, superar todas las dificultades físicas, construyendo un pequeño refugio con ramas bajo un grupo de árboles que le permitieron afrontar el frío y la tormenta que provocó el naufragio, consiguiendo alimentos por medio de a través de la pesca gracias a lanzas construidas precariamente con instrumentos como cañas que consigue en el ambiente.
Pero a Fonseca le resultó imposible superar las circunstancias psíquicas que conllevaba estar en una isla solo doce 12 días después de haber perdido a todos sus amigos en un naufragio horrible en las aguas heladas del Atlántico sur. Esto llevó a Fonseca al suicidio.
Decidí tomar un descanso para reflexionar sobre una propuesta que me había hecho un muy amigo mío, periodista, que consistía en hacer un reportaje en la isla luego de publicar el libro, para lograr algo de publicidad y duplicar las ventas.
Al poner a la venta la obra no tardé en aceptar la propuesta, cerca del mes de octubre, ya que la obra salió a principios de junio y no había logrado las ventas esperadas.
El 2 de noviembre zarpamos con mi amigo Pedro junto con una tripulación de unos 30 hombres, entre los cuales se encontraban el equipo de producción para la entrevista y unos cuantos marineros experimentados.
Al subir al barco note tuve un mal presentimiento, siempre supe que las aguas del Atlántico sur son muy peligrosas, pero a esto le sumamos que el barco era muy pequeño para cargar con 30 hombre y había mucha carga que suponía que era de contrabando. En definitiva decidí dejar de lado mis preocupaciones y confiar en los marineros que nos acompañaban.
Era un viaje largo de unos 30 días. Calculábamos llegar a mediados de diciembre.
Ya en viaje, hace unos 13 días atrás notaba que mi amigo Pedro estaba cansado, débil, lo veía algo enfermo.
El 3 de diciembre, hace hicía once 11 días que estábamos en alta mar, hacia muchísimo frió y llovía torrencialmente, faltaban pocas horas para llegar a la isla pero al ser de noche decidimos anclar.
Nos encontrábamos con Pedro en el camarote algo preocupados mientras todo el equipo de producción dormía en otro y todos los marineros estaban en cubierta.
De pronto uno de los marineros ingresa (mantener el tiempo verbal) de golpe en el camarote gritando que vallamos fuéramos a cubierta, el barco se hundía.
Corrimos con el marinero y nos colocamos un chaleco salvavidas cada uno, subimos al barco de salvataje junto con unos 7 hombres más.
No tarde en darme cuenta que muchos de todos los hombres estaban dominados por el en pánico, y el número de barcos de salvataje eran escaso.
De pronto la tormenta provocó que unos 4 hombres cayeran al océano mientras tres marineros saltaban en su rescate, dejándonos a solas en el barco, a Pedro y al marinero (que nos fue a buscar al camarote). Tratamos de mantenerlo lo más quieto posible, con la ayuda de unos remos, para esperarlos. Pero esto fue imposible y no tarde en desmayarme, al despertar me encontraba en una costa con el barco a mi izquierda y Pedro acostado boca arriba a mi derecha.
Me sentía muy débil por lo cual tardé en levantarme, hacia un frió terrible que congelaba mis pies dificultándome el poder moverme.
Al incorporarme me acerqué al periodista que estaba en el suelo y noté al instante que estaba muerto.
Miré a mi alrededor y estaba completamente solo, estaba muy oscuro, la luna era la única fuente de luz y el frió entumecía mi cuerpo. Arrastré al cuerpo de Pedro hasta un grupo de árboles que se agrupaban formando una especie de refugio y me desvanecí nuevamente.
Al despertar el sol se asomaba sobre los árboles y me horroricé nuevamente al ver el cuerpo de Pedro inmóvil junto a mi lado mí.
Me lamenté muchísimo, estaba en la misma situación en la que se encontraba mi personaje en el cuento que lanzaba a la venta hacia apenas 6 meses atrás, y comenzaba a vivir uno de mis peores miedos que era el estar solo en una isla y lo que es era peor, ver el cuerpo de mi mejor amigo a unos 2 metros.
En ese momento me convencí de que tenía que vivir para llevar el cuerpo de Pedro a sus hijos y no quería aceptar que estaba a punto de perder todo.
Decidí esperar en el lugar donde me encontraba hasta que me fuean vuelvan a buscar, no podían tardar mucho, observé la copa de los árboles que no eran muy altos y me di cuenta que era el refugio perfecto ya que evitaba que pasara la mayor parte del viento helado.
Pasaron unas cuantas horas y de repente vi un cangrejo que maté con una piedra filosa que encontré a mi izquierda y no tardé en sacarle el caparazón y comerlo. Tomé un pedazo de corteza del árbol y lo comencé a frotar con la piedra y dos ramas con la intención de hacer algo de fuego lo cual me llevó unas cuantas horas. Ya era de noche pero había logrado hacer una pequeña fogata que me calentaba.
Esa noche no dormí, al amanecer encontré en la costa una caja que guardaba hojas y lapiceras, calculo procedentes del naufragio, en las cuales escribo esto que estás leyendo..
Ya hace 11 días que me encuentro solo los cuales pase alimentándome de cangrejos que comencé a cocinar con la fogata junto al cuerpo de pedro que reposa sobre unos árboles donde lo coloque. Es la noche del día 11 y la piedra que use para matar al primer cangrejo la tengo en mi mano, fue lo que más me sirvió en estos días, estoy iluminado por el fuego y el cuerpo de Pedro está unos metros de mi sentado, inerte tal cual lo había dejado yo hace unos días atrás.
Yo, Manuel Rinaldi, el marinero experto que acompaño a Jorge Gómez en su entrevista a la isla de San Andrés del Atlántico sur, presentó estos escritos que encontré bajo una piedra ensangrentada juntos con los cadáveres de Jorge Gómez y Pedro Rodríguez.
autores: Viotti, Lucas Manuel
Cotta, Antonela
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